
Por lo cual, levantad las manos caídas y las rodillas paralizadas; y haced sendas derechas para vuestros pies, para que lo cojo no se salga del camino, sino que sea sanado. Seguid la paz con todos, y la santidad, sin la cual nadie verá al Señor. Mirad bien, no sea que alguno deje de alcanzar la gracia de Dios. (Heb. 12: 12-15).
Estas palabras debieran enseñarnos cuán cuidadosos debiéramos ser para no cortar el hilo de nuestra fe espaciándonos en nuestras dificultades, hasta que nos parezcan grandes a nuestros ojos y a ojos de los demás, que no pueden leer nuestra vida interior, del corazón. Todos debieran recordar que la conversación tiene una gran influencia para bien o para mal. . . No permitáis que el enemigo emplee vuestra legua. . . No ejerzáis una influencia que podría abrir la mano de algún alma temblorosa que se aferra de Dios. . .
Las gracias del Espíritu de Cristo deben ser grandemente apreciadas y reveladas por los hijos e hijas de Dios. Mediante su humildad, su penitencia, su deseo de ser semejantes a Jesús, de ser amoldados a su voluntad mediante la práctica de sus lecciones en la vida diaria, lo honrarán.-RH 24-8-1897.
"Vosotros labranza de Dios sois" (1 Cor. 3: 9). Tal como uno se complace en cultivar un jardín, Dios se deleita en sus hijos que crecen. Un jardín exige constante trabajo. Es necesario arrancar las malas hierbas; es necesario cultivar nuevas plantas; hay que podar las ramas que se desarrollan con demasiada rapidez. Así trabaja el Señor por su jardín; así cuida sus plantas. No puede gozarse en ningún desarrollo que no revela las virtudes del carácter de Cristo. La sangre de Jesús ha logrado que los seres humanos sean el tesoro de Dios. Por lo tanto, ¡cuán cuidadosos debiéramos ser en no manifestar demasiada libertad en arrancar las plantas que Dios ha colocado en su jardín! Algunas plantas son tan débiles que apenas tienen vida, y a éstas Dios dedica especial cuidado.
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